Este majestuoso árbol, que está poco representado en nuestra ciudad y por eso es poco conocido, se merece que hablemos de él, pues es uno de los más longevos, junto con las sequoias y algún otro pino en un desierto de América del Norte.
Conocido también como ciprés calvo,
procede del sureste de América del Norte exactamente del estado de Misisipi y
Florida e introducido en la Península Ibérica a mediados del siglo XVII.
Pertenece a la familia de
los cipreses (cupresácea), siendo un árbol caducifolio, que pierde las hojas
durante la estación fría. Los botánicos le pusieron el nombre de Taxodium
distichum, la palabra que define al género deriva del griego taxos (tejo) y
eidos ( parecido), que se parece al tejo y la que define a la especie, del
latín distichum (dos filas) así van las acículas en el tallo.
Su hábitat mejor es aquel donde se
encuentra el agua, por eso es conocido como ciprés de los pantanos, terrenos
inundables o inundados, orilla de ríos y lugares pantanosos, de hecho, emergen
de la tierra o del agua, cerca del tronco, en forma de gruesos punzones o
estalagmitas, que son raíces aéreas para respirar, llamadas neumatóforos.
Esta especie la tenemos en nuestra ciudad en el Pabellón Marroquí, un bonito ejemplar, en el parque Celestino Mutis y en el Parque de María Luisa, a la orilla del Estanque de los Patos y a la entrada del Jardín de los Leones junto a la Fuente de las Ranas, tenemos varios hermosos ejemplares y para mí, el más bello espécimen, el situado en el centro de la glorieta de Bécquer, se plantó en 1.870, año de la muerte del poeta, cuando todavía el parque pertenecía a los duques de Montpensier, éste se abrió a los súbditos sevillanos en 1.914. Estuvo a punto de morir en la década de los noventa, afortunadamente fue salvado.
El monumento lo forman, un pedestal elevado de marmol, donde descansa el busto de Bécquer, tomado de un retrato pintado por su hermano Valeriano, en él está grabada la fecha del nacimiento y de la muerte del poeta, tres figuras de mujer, de mármol blanco, esculpidas en una sola pieza y sentadas en un
banco y en sus rostros se reflejan tres fases del amor. El amor que llega, la
ilusión; el que está injertado y el que se ha perdido. Representan la poesía
del Amor que llega, está y se va. No se puede ser más romántico. También lo
forman dos esculturas de bronce que representan al Amor herido, un Eros
derribado y la otra, de un Cupido joven que representa al amor que hiere y la
anterior, al herido.
La belleza
de la glorieta, de mármol blanco, se hace enorme con la majestuosidad del ciprés
de los pantanos, las cinco esculturas, el Otoño cambiando el color de sus
hojas, para caer estas cuando el frio aprieta y el suelo se llena de hojarasca.
Preciosa entrada compañero, espero muchas más.
ResponderEliminarMuchas gracias,espero no defraudarte.
EliminarPreciosa entrada compañero, espero muchas más.
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