jueves, 2 de mayo de 2013

Hablemos del Ciprés de los Pantanos



        
  Este majestuoso árbol, que está poco representado en nuestra ciudad y por eso es poco conocido, se merece que hablemos de él, pues es uno de los más longevos, junto con las sequoias y algún otro pino en un desierto de América del Norte.
          Conocido también como ciprés calvo, procede del sureste de América del Norte exactamente del estado de Misisipi y Florida e introducido en la Península Ibérica a mediados del siglo XVII.
          Pertenece a la familia de los cipreses (cupresácea), siendo un árbol caducifolio, que pierde las hojas durante la estación fría. Los botánicos le pusieron el nombre de Taxodium distichum, la palabra que define al género deriva del griego taxos (tejo) y eidos ( parecido), que se parece al tejo y la que define a la especie, del latín  distichum (dos filas) así van las acículas en el tallo.


          Su hábitat mejor es aquel donde se encuentra el agua, por eso es conocido como ciprés de los pantanos, terrenos inundables o inundados, orilla de ríos y lugares pantanosos, de hecho, emergen de la tierra o del agua, cerca del tronco, en forma de gruesos punzones o estalagmitas, que son raíces aéreas para respirar, llamadas neumatóforos.


           Esta especie la tenemos en nuestra ciudad en el Pabellón  Marroquí, un bonito ejemplar, en el parque Celestino Mutis y en el Parque de María Luisa, a la orilla del Estanque de los Patos y a la entrada del Jardín de los Leones junto a la Fuente de las Ranas, tenemos  varios  hermosos  ejemplares  y  para  mí, el más bello espécimen, el situado en el centro de la glorieta de Bécquer, se plantó en 1.870, año de la muerte del poeta, cuando todavía el parque pertenecía a los duques de Montpensier, éste se abrió a los súbditos sevillanos en 1.914.  Estuvo a punto de morir en la década de los noventa, afortunadamente fue salvado.
       
    Esta glorieta fue promovida por  los hermanos Serafín y Joaquín  Álvarez  Quintero  y, diseñada y construida, por el escultor de Marchena, Lorenzo Coullaut  Valera e inaugurada el 9 de Diciembre de 1.911, quiso ubicarla alrededor del taxodio, como si con sus ramas y frondas recogieran  o cobijaran la obra, rodeándola de sensibilidad por la naturaleza, la melancolía y la tristeza del romántico poeta. Ésta glorieta funcionaba como lugar cultural-literario sobre la obra del poeta.  
        
          El monumento lo forman, un pedestal elevado de marmol, donde descansa el busto de Bécquer, tomado de un retrato pintado por su hermano Valeriano, en él está grabada la fecha del nacimiento y de la muerte del poeta, tres figuras de mujer, de mármol blanco, esculpidas en una sola pieza y sentadas en un banco y en sus rostros se reflejan tres fases del amor. El amor que llega, la ilusión; el que está injertado y el que se ha perdido. Representan la poesía del Amor que llega, está y se va. No se puede ser más romántico. También lo forman dos esculturas de bronce que representan al Amor herido, un Eros derribado y la otra, de un Cupido joven que representa al amor que hiere y la anterior, al herido.
            La belleza de la glorieta, de mármol blanco, se hace enorme con la majestuosidad del ciprés de los pantanos, las cinco esculturas, el Otoño cambiando el color de sus hojas, para caer estas cuando el frio aprieta y el suelo se llena de hojarasca.


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