domingo, 9 de junio de 2013

Hablemos del Magnolio





El magnolio es un árbol muy ornamental, de porte alto y  piramidal, los más viejos, aparasolado y de
copa densa, son utilizado para embellecer jardines, parques y glorietas, algunos ejemplares pueden medir más de 20 metros, sus hojas son grandes y  perennes, coriáceas, de un verde obscuro y brillante en el haz y rojiza y mate en el envés, grandes y elípticas, ligeramente puntiagudas, algo curvadas, con grueso nervio central y largo ápice.  Vegetan muy bien en suelos ligeros y sombreados, siendo muy resistentes a las enfermedades y plagas.
 
 Tiene un cierto parecido a los ficus, sobre todo, con Ficus  macrophylla,  lo suelen confundir.



Sus flores son espectaculares, de un blanco nieve a un blanco crema, grandes y fragantes pero de corta duración, nacen en los extremos de las ramas del año anterior y espaciadas unas de otras, por lo que en los árboles adultos, aunque duran, como dije antes, poco, no se nota, permanecen de Junio a Julio. Es una flor que se puede considerar como melífera, pues es muy visitada por las abejas.





Estas flores tienen gran parecido a los tulipanes y a los lotos,  se diferencian de la gran mayoría de las demás flores en que  no tienen pétalos ni sépalos al no disponer de cáliz ni corola, por lo que estas hojas reciben el nombre de tépalo, esta palabra se inventó para definir este tipo de hoja, de las flores que carecen de ellas.






Sus frutos son como piñas alargadas que, una vez maduras las semillas  se encuentran como encriptadas dentro, tienen forma de habita plana de un cm. de larga y un color rojo escarlata brillante



Los botánicos  clasifican a estos árboles dentro de la familia  de las Magnoliáceas  y del género Magnolia, éste nombre, puesto por Linneo, en recuerdo del médico, botánico y escritor francés, del último tercio del siglo XVII Pierre Magnol.



Este género está representado por unas 120 especies  que se distribuyen por Sudamérica, Centroamérica, Méjico, Estados Unidos de América y el Sudeste de Asia.

Procede este árbol del Sureste de América del Norte, en Virginia fue donde se descubrió. La especie a la que pertenece es Grandiflora, por el tamaño de sus flores.
También es conocido por  Magnolia virginiana var. foetida.
Se introdujo en Europa  a principio del siglo XVIII y en la Universidad de Padua vive uno, que calculan que tiene  260 años.



Este árbol se encuentra muy representado en Sevilla, con bellos ejemplares que vegetan  muy bien, los podemos ver, en la Av. de Rodríguez Caso  en el Parque de María Luisa, en el Casino de la Exposición,  los más jóvenes  en el Cristina y  en los jardines de Celestino Mutis, otro precioso, en la Av. de la Constitución, junto a la Catedral y los más viejos y hermosos  en los jardines de los Reales Alcázares, exactamente uno espectacular en el jardín de la Danza, frente al estanque de Mercurio.






Y como de Sevilla y del Magnolio estamos hablando, que mejor que acabar esta entrada, recordando este bello poema en prosa, llamado El  Magnolio, de la obra Ocnos de Luis Cernuda, terminada en 1942 durante su exilio en Inglaterra. En él evoca su infancia, en su Sevilla natal.

Al fondo de la calle sólo había una puertecilla siempre cerrada, y parecía como sí la única salida fuera por encima  de las casas, hacia el cielo de un ardiente azul. En un recodo de la calle estaba el balcón, al que se podía trepar, sin esfuerzo casi, desde el suelo; y al lado suyo, sobre las tapias del jardín, brotaba cubriéndolo todo con sus ramas el inmenso magnolio. Entre las hojas brillantes y agudas se posaban en primavera, con ese sutil, misterio de lo virgen, los copos nevados de sus flores. Aquel magnolio fue siempre para mí, algo más que una hermosa realidad: en él se cifraba la imagen de la vida.